lunes, 5 de noviembre de 2007

Una noche con los muertos en México


Deborah Hirsch, reportera del Observer, se encuentra en Cuernavaca, México, estudiando español en un programa de Rotary International. De vez en cuando enviará a este blog informes acerca de su experiencia en México. También puede leer su blog personal aquí:

El pasado jueves por la noche, el comienzo del Día de los Muertos, fuí con una maestra y mis compañeros al barrio de Ocotepec en el noreste de Cuernavaca, Morelos, para ver los altares y las ofrendas en las casas de familias quienes habían perdido un querido en el año previo. Ya habiamos visto muchos altares: algunos muy creativos en un concurso en una escuela local; otros en el zócalo; y el nuestro que hicimos en la escuela de español. Pero tuvimos éxito de ver uno verdadero.

Sabía que los residentes de Ocotepec abrían sus casas a los desconocidos cada año. Sin embargo, todavía me sentí como una intrusa al entrar a ver sus ofrendas. Fue como un intercambio: les dimos velas y ellos nos dieron pan de muerto y ponche. Me pregunté por qué estas familias querían gastar tanto dinero para la comida y las decoraciones – inclusive una morbosa representación del cuerpo del difunto –para visitantes que no tenían ninguna conexión a sus familiares.

Luego comprendí que este rito es una manera de velar y que posiblemente ayuda a las familiares en continuar con sus vidas. Y como extranjera, estoy agradecida de haber tenido la oportunidad de experimentar esta tradición. Ahora tengo un mejor conocimiento de la mentalidad mexicana sobre la muerte.

El viernes, fuimos al panteón de Ocotepec. Casi todas las tumbas tenían visita o estaba decoradas. Vimos dos familias a quienes visitamos la noche anterior. Muchas de las familias pasarían todo el día y alguna parte de la noche acompañando a sus seres queridos difuntos.

Terminamos los festividades esa noche viendo exhibiciones especiales y varios bailes folklóricos en el zócalo.

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